Se define a la Ilustración como un proceso histórico del siglo XVIII en el que floreció el pensamiento racionalista y liberal en Europa. Las ciencias, las artes y la cultura fueron impulsadas por inquietudes enciclopedistas y didácticas, muchas veces a favor del saber y del progreso, pero opuestas a la tradición política absolutista y a los dogmas religiosos de la Iglesia. La Ilustración refleja la visión de una sociedad liberal burguesa, cuyos intereses específicos por la libertad individual y mercantil, suelen entrar en conflicto con los valores ideológicos y políticos de los monarcas absolutistas en el Siglo de las Luces, ya que cuestionan el origen y la legitimidad de la autoridad del soberano y abogan por el respeto a las libertades y derechos naturales del ser humano. La fe en la razón desplaza al aristotelismo y a las creencias que el pensamiento cristiano seguía sosteniendo en torno al universo. Se conoce también a la Ilustración como Siglo de las Luces o Iluminismo, y se considera a Inglaterra como el país donde se originó, pero a Francia como su epicentro en el siglo XVIII.
Otro aspecto de la Ilustración fue el fenómeno denominado como Despotismo ilustrado. Muchos monarcas europeos pretendieron modernizar sus cortes con ideas políticas y económicas novedosas; influidos por las ideas enciclopedistas, se preocuparon por la educación y la cultura, pero se empeñaron por conservar una dirección personalizada de sus reinos y por una centralización del poder. La importancia de la Ilustración radica en su capacidad para influir en todos los aspectos de la vida en la Europa del siglo XVIII, y para difundir valiosos conocimientos que, a través de los siglos, se habían acumulado como patrimonio de la humanidad, influencia enciclopedista que dejó una profunda huella, tanto en el viejo mundo como en América. Las ideas de la Ilustración, vinculadas a la especulación científica de la época y a las inquietudes liberales de la burguesía, influyeron decisivamente en grandes movimientos políticos y sociales entre los que destacan: la Independencia de las Trece Colonias inglesas de Norteamérica en 1776, la Revolución Francesa de 1789, la emancipación de América en las primeras décadas del siglo XIX y aún en la Revolución Industrial desde finales del siglo XVIII y durante todo el siglo XIX. También en América Latina dejó una huella profunda sobre los movimientos de emancipación, si bien el surgimiento de nuevas naciones soberanas tuvo resultados distintos y, en muchos casos, países con debilidades políticas y económicas desarrollaron carencias estructurales que después las grandes potencias capitalistas aprovecharon para sus propios fines.
Al norte de la Nueva España (México), sobre las costas del Atlántico, se establecieron durante los siglos XVII y XVIII las Trece Colonias inglesas de Norteamérica. Los colonos que las habitaron eran puritanos que buscaban un refugio donde practicar sus ideas, ya que en Inglaterra la imposición del anglicanismo había desatado en diversas ocasiones la intolerancia contra otras corrientes religiosas. Los intereses económicos y políticos de los colonos norteamericanos comenzaron a entrar en conflicto con el monarca inglés Jorge III, lo que en 1776 motivó que proclamaran su independencia. La política regalista de Jorge III al concluir la Guerra de Siete Años, fue contraria a las aspiraciones territoriales, económicas y políticas de los colonos. La corona inglesa impuso una política arancelaria para cubrir gastos de guerra, por lo cual aplicó impuestos excesivos a los productos que los colonos consumían. Además, decretó que se otorgara hospedaje y alimentación a los soldados británicos en hogares de los colonos.
Ante las protestas de la población civil en colonias inglesas, se agudizaron las fricciones entre la metrópoli y los colonos. Entre 1774 y 1776 se realizaron tres congresos en Filadelfia para exigir a la corona cambiar sus actitudes, organizar la resistencia armada —dirigida por George Washington— y para decretar finalmente la independencia el 4 de julio de 1776. Al redactar el Acta de Independencia Thomas Jefferson retomó ideas liberales de pensadores políticos de la Ilustración como argumentos. Se justificaba, así, la revolución civil como defensa de derechos naturales fundamentales como la vida, la libertad y la felicidad ante las ofensas que la corona inglesa cometía en agravio de los colonos. Se defendía también la soberanía del pueblo ante su propia nación y la necesidad de cancelar la autoridad de Gran Bretaña sobre Norteamérica.
Los colonos pronto recibieron apoyo político y militar de otras naciones en Europa y en América. La principal ayuda provino de Francia y España. La batalla de Yorktown en 1781 fue decisiva para el triunfo del ejército continental, comandado por Washington. Pero Inglaterra tardó hasta 1783 para firmar en Versalles, París, un tratado de paz que reconocía la independencia de sus antiguas colonias.
Actividad 1
Revisar la información de la pagina web, ver lo vídeos y contestar el examen.
La Revolución Industrial, a finales del siglo XVIII y a lo largo del siglo XIX, representa la última etapa de la Edad Moderna. El modo de producción capitalista, basado en la producción fabril y la explotación de obreros reafirma la hegemonía de la burguesía industrial y de las grandes potencias colonialistas.
Desde el siglo X la monarquía parlamentaria inglesa representaba un sistema político muy desarrollado que generaba un clima de estabilidad atractivo para el desarrollo económico y financiero. La ubicación geográfica de Inglaterra sobre el Atlántico, principal ruta marítima a nivel mundial, su vigoroso comercio y su poderosísima navegación, eran factores óptimos para el progreso de la Gran Bretaña. Además, la isla contaba con una infraestructura de canales internos navegables que agilizaban más el transporte de mercancías.
En estas condiciones, resultaba atractiva la búsqueda de mejores sistemas productivos. Muchos inventores ingleses del siglo xviii se esforzaron por lograr mecanismos aplicables a la fabricación de manufacturas, y lo lograron.
Las máquinas fueron fundamentales para una nueva forma de producción en serie, ya que establecieron el ritmo vertiginoso al que los obreros se vieron sometidos. La Revolución Industrial sólo fue posible cuando la economía en países como Inglaterra, Francia o Alemania quedó determinada por la actividad fabril de las máquinas. Pero fue en Inglaterra donde dio comienzo este proceso de transformación, gracias a que en dicho reino la estructura política y la intensa actividad mercante a través de todos los mares y continentes así lo permitieron.
La máquina de vapor se convirtió en poco más de 20 años en un moderno y vertiginoso sistema de transporte, primero en Inglaterra, después en toda Europa y finalmente en el mundo entero. Los países capitalistas que desarrollaron su tecnología y que lograron implementar el uso de la máquina y del ferrocarril, se convirtieron en potencias y pudieron competir por el dominio económico, político y geográfico.
Al igual que el ferrocarril, el buque de vapor fue determinante para que los intereses de la burguesía industrial se consolidaran en la era del capitalismo. La Revolución Industrial aceleró nuevas contradicciones sociales, ya que la producción fabril dio origen a fenómenos como la explotación capitalista. La concentración de capitales en poder de una elite industrial tuvo un contrapeso en las masas de proletariados que en torno a las fábricas se fueron aglomerando.
Con la Revolución Industrial se hizo evidente que el enriquecimiento de una oligarquía burguesa sólo podía consumarse en forma directamente proporcional a la miseria y la explotación proletaria. Las máquinas desplazaron a la fuerza de trabajo humano, sometieron bajo su ritmo al trabajador y permitieron su explotación intensiva; los artesanos abandonaron sus herramientas y se convirtieron en obreros. La migración rural en torno a las fábricas generó un crecimiento anormal y vertiginoso de las nuevas ciudades industriales, donde la miseria, la falta de servicios urbanos, la concentración poblacional, la violencia social, la prostitución y el vandalismo fueron los rasgos distintivos de la era industrial.
El trabajo infantil o el de mujeres mal pagadas, permitió abaratar más los costos de producción. Los empresarios no reconocían ningún derecho laboral, ni otorgaban indemnizaciones a trabajadores accidentados o retirados. En este sentido, la proliferación del ludismo, de las huelgas y sindicatos clandestinos y de las diversas modalidades del socialismo, como la teoría del filósofo alemán, Karl Marx y el pensador y economista Friedrich Engels, a favor de la revolución proletaria, representaron un largo proceso de movilización de los trabajadores en todos los países industrializados en pro de sus demandas por mejoras en su vida laboral.
Actividad 2
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Actividad 3 mapa mental, Ilustración, Revolución Industrial y Independencia Norteamérica
Realiza un mapa mental con la información vista en los 3 primeros videos de la sesión 1. Este lo puedes realizar en tu cuaderno o en alguno de los programas vistos en el curso propedéutico.
A mediados del siglo XVII Francia era un reino poderoso gobernado por la dinastía borbónica. De 1661 a 1715, Luis XIV, el Rey Sol, ejerció un poder absoluto que se sintetiza en su lema: “El Estado soy yo”. Práctico, prudente, laborioso y autoritario, Luis XIV confió en ministros como Jean Batispte Colbert para fomentar las exportaciones y disminuir las importaciones mediante aduanas. El poderío colonialista de Francia rivalizaba con Inglaterra.
Sin embargo, los lujos de la dinastía borbónica y de la nobleza, alojada en el palacio de Versalles, los enormes gastos de guerra entre Francia e Inglaterra, los desaciertos económicos y financieros de los ministros franceses, el despotismo y la falta de libertades para el comercio, así como los impuestos, aduanas internas y contrastes sociales entre una aristocracia versallesca y sectores empobrecidos como los campesinos en todas las provincias, artesanos, comerciantes y empleados, eran motivos de malestar creciente que Luis XV (1715-1774) nunca supo aliviar. Durante su reinado sobrevino la Guerra de los Siete Años, que Francia y España perdieron. La ruina económica y la pobreza generalizada desataban rencor contra Luis XV. Para cuando el nuevo monarca francés arribó al poder en 1774, la situación era desastrosa. A pesar de la aceptación inicial con que fue recibido, Luis XVI era de carácter débil y asesorado por ministros ineptos que aconsejaban solicitar préstamos para sostener una aparente prosperidad versallesca. En 1788 se suscitaron las condiciones más adversas para el reino, tras una sequía severa que acabó con la producción agrícola, causó desabasto, hambre y mayores pérdidas para los comerciantes.
El déficit del Estado había llegado al límite. En mayo de 1789, Luis XVI convocó la reunión de los Estados Generales, ante los que el ministro de economía, Jacques Necker, trató de acordar el cobro de impuestos a las elites, el clero y la nobleza. El fracaso de la reunión expresó la falta de unidad nacional y la carencia de liderazgo del rey en medio de una crisis total. El Tercer Estado (Llano), integrado por las capas populares empobrecidas e impulsados por el vigor de la burguesía francesa, se proclamó como Asamblea Nacional, excluyendo al Primer Estado (clero) y al Segundo Estado (aristocracia cortesana y feudal).
La Asamblea Nacional se asumió la facultad legislativa y se abocó a la tarea de elaborar una constitución. El 14 de julio de 1789 la Revolución se desató con la toma de La Bastilla. Con la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano en agosto de ese año, la Asamblea Nacional Constituyente decretó un régimen republicano con base en la soberanía popular y consagró las libertades civiles y los derechos naturales como la vida, la propiedad y la búsqueda de la felicidad. También se estipuló la igualdad civil y se abolieron los privilegios feudales y clericales, a la vez que se permitió a Luis XVI continuar como rey al frente de una monarquía constitucional. Conforme la Revolución comenzó a afectar los intereses de los sectores privilegiados, éstos se refugiaron en el extranjero y solicitaron ayuda de otros reinos para restaurar el antiguo régimen; el propio rey y su familia quisieron escapar de Francia en junio de 1791. Su fallido intento motivó que, posteriormente, los partidarios del radicalismo (jacobinos), dirigidos por Robespierre, acusaran al rey por traición a la patria y lo responsabilizaron de encausar la primera coalición que Austria y Prusia preparaban contra Francia. Luis XVI murió en la guillotina a principios de 1793.
Los jacobinos proclamaron la dictadura de Maximiliano Robespierre ese mismo año y mediante “el terror” sostuvieron la soberanía francesa ante enemigos y promotores de la intervención austriaca y prusiana. Pero en julio de 1794 sobrevino la caída de Robespierre y en Francia se estableció el nuevo gobierno de la Convención. Para 1795 se fundó el Directorio con una nueva constitución. Se encomendó el mando de la nación a cinco ministros, apoyados por una asamblea bicameral.
Con la Revolución, Francia se convirtió en una república moderna y democrática, que le permitió salir de las antiguas prácticas absolutistas y fortalecer su economía. La igualdad civil, la administración de las finanzas, la homologación de la moneda y de los sistemas de pesas y medidas, la educación en manos del Estado, el desarrollo del comercio y la prosperidad industrial, fueron resultados que la Revolución aportó, y que favorecieron sobre todo a una burguesía empresarial oligárquica a lo largo del siglo XIX.
Actividad 4. La Revolución Francesa
Ve el documental que te adjunto en el enlace y contesta las preguntas que te van apareciendo, para registrar la actividad tienes que tomar captura de pantalla en la última pregunta, las cuales vienen señaladas con puntos en la barra de progreso del vídeo.