El primer intento de organización política de la nación mexicana al consumarse la independencia, lo emprendió Agustín de Iturbide al frente de una Junta Provisional Legislativa y de una Regencia con funciones ejecutivas que él mismo representó. Al establecerse un Congreso Constituyente en 1821, borbonistas, republicanos e iturbidistas se dieron cuenta de que no estaban de acuerdo en la construcción de un mismo proyecto nacional. Con la negativa de España para reconocer al Tratado de Córdoba y sin lograr ponerse de acuerdo sobre el modelo político que convenía a México, la coyuntura favoreció inicialmente a Iturbide, quien se consagró emperador en mayo de 1822. Pronto las dificultades económicas obligaron a Iturbide a imponer préstamos forzosos que desataron protestas. A finales de octubre Iturbide disolvió al Congreso e impuso una junta de gobierno. Antonio López de Santa Anna, Nicolás Bravo y Vicente Guerrero se rebelaron y restauraron el Parlamento en febrero de 1823 con el llamado Plan de Casa Mata. Iturbide tuvo que abdicar al trono en mayo de ese año. Para 1824 se promulgó una Constitución de régimen federalista y representativo; además se estableció la división de poderes con un presidente, un congreso bicameral y una suprema corte de justicia. No era un régimen liberal en sentido cabal, pues los conservadores lograron estatuir el catolicismo como religión oficial y preservar los fueros militar y religioso. Tras el restablecimiento del Congreso, Guadalupe Victoria –quien había participado en el ejército insurgente a las órdenes de José María Morelos– formó parte del gobierno provisional y, en 1824, fue elegido presidente de la República, cargo que desempeñó hasta 1829. Entre 1821 y 1850 hubo en México 50 gobiernos, entre los que destaca el de Antonio López de Santa Anna, quien ocupó la presidencia en varias ocasiones. Así comenzó una etapa de conflictos políticos y militares entre liberales y conservadores, con repetidas guerras internas, nombramientos y destituciones de presidentes y la disgregación nacional; debilidad que aprovecharon otras naciones como España, Francia y Estados Unidos. Entre 1821 y 1861 se vive una guerra civil permanente entre los partidarios del federalismo, con su visión de respetar la autonomía política y administrativa de los estados y territorios mexicanos integrados en un pacto nacional, y los partidarios del centralismo, identificados con la preservación de antiguos fueros coloniales y de un régimen que desde la capital pudiera mantener un férreo control po- lítico de la República. La influencia de las logias masónicas como modalidad de integración de grupos liberales y conservadores se debía en buena medida a la falta de mecanismos establecidos para una participación civil en torno a las grandes decisiones nacionales. La logia yorkina promovía las ideas de los liberales, entre otras, la libertad religiosa, la igualdad civil ante la ley, la división de poderes y la libertad económica sin aranceles. El modelo federalista representaba a estas propuestas. Por otra parte, la logia escocesa, de extracción conservadora defendía el centralismo en pos de una mayor unidad nacional, que se proponían lograr mediante el decreto de una religión oficial y una injerencia de la Iglesia en asuntos públicos. Es evidente la profunda empatía entre los privilegios clericales y militares y la logia escocesa.
La inestabilidad política interna debilitó la recién adquirida soberanía de México frente a los ímpetus imperialistas de potencias tradicionales como España, reino que, bajo el régimen de Fernando VII se propuso en varias ocasiones una reconquista. En la isla de San Juan de Ulúa se refugiaron españoles partidarios de esa causa hasta 1825, cuando tropas mexicanas lograron expulsarlos. El rechazo popular hacia los peninsulares se incrementó y en estados como Jalisco, Michoacán y Veracruz, las leyes internas ordenaron la expulsión de españoles residentes. Pero la tenacidad imperialista de España se manifestó de nuevo en 1829, cuando el general Isidro Barradas intentó un desembarco en Tamaulipas, pero Santa Anna lo derrotó. Otra potencia que atentó contra la soberanía de México fue Francia. En 1838 las revueltas cotidianas en la vida nacional causaron pérdidas considerables a un pastelero y a otros comerciantes franceses radicados en territorio nacional. El conflicto derivó en el uso de tropas francesas en costas del golfo de México; la popularmente conocida como Guerra de los Pasteles, concluyó en marzo de 1839. México era víctima de la prepotencia de países poderosos y de una desintegración interna que se prolongó por décadas. Uno de los episodios más onerosos en la situación del país fue la separación de Texas y de otras entidades del norte de la República, sobre todo porque al perderse más de la mitad del territorio nacional.
en 1848, Estados Unidos se apoderó de Texas, Nuevo México, Arizona, California y Utah. Los motivos que originaron tan costosas pérdidas tienen que ver con el desconocimiento de la extensión geográfica de la nación, con el poblamiento sistemático de colonos estadounidenses en al norte del Río Bravo y con el afán expansionista de Estados Unidos. Un antecedente histórico sobre la separación de Texas, ocurrió en 1835 al ser derrotado el general Santa Anna por tropas de Samuel Houston en el Álamo. En marzo de 1845 el Congreso estadounidense decretó la anexión de Texas. Tropas de ese país invadieron diversos sitios de la República Mexicana durante los meses siguientes, y el 13 de mayo de 1846 Estados Unidos declaró la guerra. Al finalizar el año, el gobierno estadounidense había tomado todo el norte de México. La batalla del Molino del Rey y la toma de la Ciudad de México se dieron a mediados de 1847. Santa Anna renunció a la presidencia el 16 de septiembre. El licenciado Manuel Peña y Peña, quien era el presidente de la Suprema Corte de Justicia, tomó la presidencia interina y firmó el Tratado de Guadalupe Hidalgo el 2 de febrero de 1848. De este tratado destacan los siguientes puntos:
Se ratificó la independencia de Texas.
México perdió más de la mitad de su territorio: Alta California, Utah, Arizona, Texas y Nuevo México (2 400 000 km2 aproximadamente).
México recibiría 15 millones de pesos como indemnización.
Estados Unidos recorrió sus límites hasta el Río Bravo.
Estados Unidos se obligaría a defender la frontera norte de las incursiones bárbaras.
El Tratado estableció que no daba lugar a reclamaciones posteriores
Mayor extensión territorial.
Mayor expansión esclavista.
Enriquecimiento por las zonas ricas en oro y petróleo.
Una demostración de su capacidad militar.
Consolidación del proyecto nacional. La reafirmación de sus fronteras.
El fortalecimiento de su autoestima como nación poderosa
Pérdidas territoriales.
Pérdidas de puertos importantes.
Pérdida de riquezas incalculables.
Frustración histórica y nacional.
El aumento de la anarquía.
Una motivación para movimientos separatistas
Desde 1823 Santa Anna, como autor del Plan de Casa Mata que culminó con el derrocamiento de Iturbide, hasta 1855 forma parte de todos los cambios políticos en la naciente República Mexicana. Fue villano, magnánimo, cruel, traidor, irresponsable y valiente. Se alió con liberales y conservadores. Apoyó el federalismo y el centralismo, según los vientos dominantes. Ocupó la presidencia siete veces. Aunque derrotó en varias ocasiones a las tropas texanas, se le recuerda por su fracaso militar en San Jacinto, que fue decisivo para la pérdida de Texas. La personalidad de Santa Anna refleja el caos, las contradicciones y la falta de verdaderos líderes que prevaleció durante las primeras décadas del México independiente.
En 1853 los partidarios del centralismo lograron posicionar una vez más a Antonio López de Santa Anna en la presidencia. Su dictadura se distinguió por la anulación del Poder Legislativo y de la soberanía de las entidades federativas, para imponer un régimen personalista. Mantuvo un estricto control de la prensa y de la libertad de opinión, una sistemática persecución de sus opositores y un pacto sólido con el poder conservador. La imagen de Santa Anna resultó más antipática cuando Estados Unidos obtuvo el territorio de La Mesilla, al norte de Sonora, sin que el dictador opusiera resistencia alguna y a cambio de una indemnización de 10 millones de pesos. La venta de La Mesilla y la proclamación de Santa Anna como dictador vitalicio con el título de “Su Alteza Serenísima”, motivaron más reacciones y levantamientos liberales. Pero fue el gobernador de Guerrero, Juan Álvarez —apoyado por militares de gran experiencia como Ignacio Comonfort—, quien logró articular una rebelión de grandes proporciones nacionales y que terminó por derrocar a Santa Anna, la revolución de Ayutla, en 1854. El movimiento que inició el general Álvarez en marzo de ese año desconocía a Santa Anna mediante el Plan de Ayutla, y proclamaba la realización de un nuevo Congreso Constituyente de carácter liberal para restaurar el pacto federal. A mediados de 1855 el plan había obtenido el triunfo. Juan Álvarez ocupó la presidencia provisional, pero se vio en medio de grandes presiones, tanto de personajes radicales del partido liberal como Benito Juárez y Miguel Lerdo de Tejada, como por parte de los conservadores. El general Álvarez renunció y su cargo lo ocupó Ignacio Comonfort. Bajo el gobierno de Ignacio Comonfort hacia 1856, la balanza política se inclinó a favor del partido liberal, bando que había salido triunfante en la revolución de Ayutla. Hacia el mes de febrero se instaló el Congreso Constituyente, integrado por los más radicales integrantes del grupo liberal, entre ellos Juárez, Lerdo de Tejada, Melchor Ocampo, José María Iglesias, Francisco Zarco y otros. El 5 de febrero del siguiente año estuvo completamente redactada la nueva constitución, que Ignacio Comonfort promulgó. La Constitución de 1857 contenía 128 artículos y entre sus postulados sobresalen los siguientes:
El establecimiento de una república representativa, democrática y federal.
Se consolidó la estructura tripartita con un Poder Ejecutivo, depositado en un presidente por cuatro años y con un vicepresidente, cargo otorgado al ministro de justicia de la nación, un congreso bicameral y una Suprema Corte de Justicia, es decir, el Poder Judicial estaría presidido por quien haría las veces de vicepresidente.
El Poder Legislativo recaía en manos de una sola cámara: la de de diputados.
El presidente de la República y el de la Suprema Corte de Justicia serían designados por elección popular.
Los derechos del hombre: igualdad y libertad (comercio, conciencia, imprenta y enseñanza). La soberanía nacional emana del pueblo y reside originalmente en él.
La federación quedaría integrada por 24 estados y el territorio de Baja California.
Antes y después de entrar en vigor la Constitución de 1857, se aprobaron importantes reformas liberales que complementaron el trabajo legislativo del Congreso, leyes que se incorporaron al régimen liberal vigente desde el triunfo del Plan de Ayutla y que, por otro lado, afectaron intereses políticos y sociales del clero y la milicia. Entre las principales reformas liberales de ese entonces se encuentran las siguientes:
Ley Juárez de 1855 que suprimió los tribunales especiales y los fueros militar y eclesiástico. De esta forma se cancelaban antiguos privilegios de origen colonial que todavía después de la independencia subsistieron en México durante décadas. Ley Lerdo para la desamortización de propiedades pertenecientes a corporaciones civiles (campesinos) y religiosas, decreto expedido por Miguel Lerdo de Tejada en junio de 1856.
La Ley Lerdo puso en circulación los estancados capitales del clero, reactivando la producción agrícola, pero instituyó el latifundio laico y sentó las bases para despojar de su patrimonio social a miles de campesinos.
Ley del Registro Civil (Ley Iglesias), que entró en vigor en enero de 1857 y que puso bajo la administración del Estado la tramitación de asuntos de la vida civil como son el registro de nacimientos, matrimonios y defunciones.
Éstas y otras reformas radicales provocaron una férrea reacción de los conservadores y un rechazo absoluto a tales disposiciones. Bajo el gobierno de Comonfort, constitucionalmente electo a finales de 1857, el partido conservador se levantó en armas al frente del Plan de Tacubaya. Félix Zuloaga encabezó esta rebelión, desconoció la Constitución de 1857 y propuso un nuevo congreso, acorde con los criterios conservadores. Como una consecuencia de la confrontación entre liberales, en defensa de la Constitución de 1857 y de las reformas, frente a conservadores en contra de tales medidas, se desató la llamada Guerra de Tres Años o de Reforma entre 1858 y 1861. Benito Juárez sostuvo al modelo liberal republicano y agregó en 1859 un nuevo decreto en el que se establecía la separación definitiva entre Estado e Iglesia. El triunfo de los liberales en 1861 permitió a Juárez imponer las reformas y la constitución liberal de 1857. Este periodo de la Guerra de Reforma se puede sintetizar con el siguiente esquema:
La Constitución de 1857 fue un documento oficial promulgado el 5 de febrero de 1857 y que entró en vigor el 16 de septiembre del mismo año. Nació como consecuencia de la Revolución de Ayutla. En esta se derrocó al general Santa Anna y comenzó el periodo liberal de “la Generación de la Reforma”.
La Constitución de 1857 significó la consolidación del proyecto de nación. Esta tenía como forma de gobierno un sistema democrático y federal. Además, sus estados fueron declarados como libres y soberanos. Se reconoció la división de poderes tripartita.
Otra de sus aportaciones fue la conocida como “Ley Iglesias”. Esta se llamó así porque su autor fue José María Iglesias, Ministro de Justicia en ese tiempo. Dicha ley se promulgó el 11 de abril de ese año. En realidad, esta ley era sobre los derechos y obvenciones parroquiales. Aquí se establecía que ningún miembro del clero podía cobrar ni un centavo a la gente pobre -gente que no tenía dinero ni siquiera para subsistir- por los servicios de: bautismo, matrimonio, entierro y amonestaciones.
La Constitución que vio la luz en 1857, contiene artículos de un pensamiento liberal marcado. Este se puede apreciar en la defensa que se hace a los derechos del hombre, desde la libertad de expresión, en ese entonces señalada como “inviolable libertad de escribir y publicar escritos sobre cualquier materia” hasta la prohibición de castigos corporales como la mutilación.
Artículo 2
Aquí se sostenía que en la República Mexicana todos nacen libres y los esclavos que lleguen aquí, automáticamente recobran su estado de libertad.
Artículo 4
En este se lee que “Todo hombre es libre para abrazar la profesión, industria o trabajo que le acomode, siendo útil y honesto, y para aprovecharse de sus productos…”
Artículo 7
Aquí se declara lo que ahora conocemos como libertad de prensa. Señala como “inviolable la libertad de escribir y publicar escritos sobre cualquiera materia. Ninguna ley ni autoridad puede establecer la previa censura, ni ecsigir [exigir] fianza á los autores ó impresores ni coartar la libertad de imprenta, que no tiene mas límites que el respeto á la vida privada, á la moral y á la paz pública…”
Artículo 22
En este se explica que “quedan para siempre prohibidas las penas de mutilación y de infamia, la marca, los azotes, los palos, el tormento de cualquiera especie, la multa excesiva, la confiscación de bienes y cualesquiera otras penas inusitadas o trascendentales.”
fuente: https://www.mexicodesconocido.com.mx/constitucion-de-1857.html
Actividad 6 México después de la Independencia
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